(Texto autoría de: ingeniero Alejandro Di Palma; contador Roberto Domingo; y abogado Rubén Pagliotto -miembros de ETER (Entre Todos Entre Ríos), IESO (Instituto de Energía Scalabrini Ortíz) y de la Mesa Federal Energética).
Ningún país serio o que se precie de tal puede dejar las cuestiones energéticas libradas al azar o, lo que es lo mismo, en manos de la “mano invisible del mercado”, mucho menos todavía cuando este “mercado” es en realidad una entelequia que permite tranquilizar a muchas personas, pero que en realidad obedece a un conjunto de “acuerdos” que se parecen mucho a una cartelización.
Esto así, puede ser visto en la acción del gobierno de EEUU durante la post pandemia, cuando el valor del combustible tocó máximos históricos e impactó frontalmente sobre la opinión pública y la producción. Tampoco podemos dejar de señalar los misteriosos sabotajes contra los gasoductos que cruzan el báltico (Nord Stream), que abastecían de gas ruso a Europa, un grosero error estratégico de Alemania.
La “autonomía estratégica en energía”, se refiere -sin lugar a dudas- a la capacidad de un Estado para asegurar su suministro energético de manera independiente y sin depender en exceso de fuentes externas, es decir, el autoabastecimiento. Esta autonomía puede ser importante por varias razones. Veamos:
La primera razón está vinculada a la seguridad energética, es decir, que depender en gran medida de fuentes energéticas externas puede hacer a un país vulnerable a interrupciones en el suministro debido a conflictos entre países, políticas internacionales o desastres naturales.
La segunda razón, es económica, puesto que, si un Estado depende demasiado de importaciones de energía, está sujeto a fluctuaciones de precios en los mercados internacionales, lo cual pone en duda la lógica de aceptar como costo de producción el “valor de mercado” de la energía. La producción interna o la diversificación de fuentes energéticas, pueden ayudar a estabilizar los precios y reducir la vulnerabilidad económica, es decir aislarlos del fenómeno “mercado”, con todos sus riesgos.
La tercera razón, y seguramente la más importante, es de una dimensión Política y/o geopolítica, por cual la dependencia energética puede limitar la independencia política de un Estado, ya que las decisiones sobre el suministro energético pueden ser influenciadas por otros Estados o actores externos, es decir, quitarían grados de libertad a decisiones que deberían ser soberanas.
AUTONOMÍA ESTRATÉGICA
Lo expuesto en este tercer (y más importante) punto, se resume en la siguiente regla básica:
“CONSERVAR LA LIBERTAD DE ACCIÓN”.
En el fenómeno tensionante, que en las organizaciones sociales es “obtener el objetivo”, hay un álgebra (o conjunto de reglas) subyacente, que es dictado por la ESTRATEGIA como ciencia.
La lucha de las voluntades se reduce entonces a una lucha por libertad de acción, tratando cada uno, de conservarla y privar de ella al adversario.
El papel de la estrategia es señalar a las técnicas y a las tácticas, los objetivos hacia los cuales encaminar su acción, así como su evolución.
Según “el arte de la guerra” (Sun Tzu), si no se dispone de una estrategia (proyecto provincial, en nuestro caso), aunque se apele a múltiples tácticas (normalmente ceñidas a anuncios o meros eslóganes), la derrota será inevitable
También debemos señalar que, el máximo grado de libertad al que puede aspirarse será producto de un necesario equilibrio entre oportunidades, idealismos propios y un pragmatismo realista, lo que debe realizarse conforme a un indispensable “proyecto provincial de desarrollo”, cuya estrategia política (geopolítica) sea la más conveniente para la época, administrando correctamente las relaciones de fuerzas que operan sobre la provincia y nunca dejándose atrapar por emociones ideológicas personales.
En toda estrategia se pueden discernir dos elementos distintos y esenciales: la elección del “punto decisivo” que se quiere alcanzar. Esto es, en primer lugar, función de las vulnerabilidades adversas y, en segundo orden, la elección de la maniobra preparatoria que permita alcanzar el punto decisivo.
El éxito se orientará hacia aquel de los dos oponentes que haya sabido impedir la maniobra adversa y dirigir la propia hacia su objetivo.
AUTONOMÍA ESTRATÉGICA ENERGETICA
Las políticas energéticas son conjuntos de decisiones, acciones y regulaciones implementadas por gobiernos y entidades gubernamentales para gestionar y dirigir el sector energético de un Estado. Estas políticas deben estar diseñadas para lograr una serie de objetivos que deben incluir:
Seguridad energética: Garantizar un suministro confiable de energía para satisfacer las necesidades del desarrollo del Estado y reducir la vulnerabilidad a interrupciones en el suministro.
Competitividad económica: Establecer un marco regulatorio que fomente la competencia en el sector energético y promueva la eficiencia económica.
Acceso universal a la energía: Asegurar que todas las personas tengan acceso a servicios energéticos accesibles y fiables, entendiendo que se trata de un bien vital e indispensable.
Sostenibilidad ambiental: Promover el uso de fuentes de energía limpia y renovable, así como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes, entendiendo que en esto es la vida de los seres humanos y su calidad, el objetivo por antonomasia y no la rentabilidad monetaria o financiera.
Eficiencia energética: Fomentar y concientizar acerca del uso eficiente y responsable de la energía para reducir el consumo y minimizar el desperdicio.
La “autonomía estratégica” es, entonces, un concepto que, en términos energéticos, desde Entre Ríos como productor superavitario de energía, deberíamos considerar seriamente, ya que resulta absolutamente indispensable para el desarrollo inclusivo de nuestra provincia.
LA SALIDA
Cuando predomina, como ha sido nuestro caso, un exacerbado tribalismo político, donde las relaciones entre los diversos grupos políticos son fuertemente cerradas, donde cada uno de ellos se habla a sí mismo en una suerte de soliloquio existencial dentro de círculos cerrados de ideas y se cultiva la hostilidad con los restantes grupos, entonces el destino se encamina hacia el desastre, cuando no a la desintegración, y es precisamente desde ese punto desde donde debemos salir. La verdadera agenda provincial y las gravosas circunstancias en las que nos encontramos, son elementos con capacidad suficiente para unirnos transversalmente. Sería, digamos sin temor alguno, la posible síntesis y medula de un partido político provincial, un movimiento entrerriano que evite postergar la agenda vernácula ante debates extraños.
En el caso de la política entrerriana, debemos señalar que la clausura intolerante del diálogo que se ha sostenido hasta ahora, nos ha llevado a que el “anti” se vuelva el principal criterio político para definir situaciones, lo que produce el actual desorden decadente. Esta suerte de ridícula reducción binaria por reacción, como falacia de razonamiento: si critico a X, soy Z, desdeñando irresponsablemente la posibilidad de transitar un camino que no sea ni X ni Z.
Cuando funcionarios híper-ideologizados (de ambos lados), aplican sistemáticamente esa lógica endogámica al plano político (geopolítico), desconociendo los intereses permanentes de nuestra provincia, sólo pueden esperarse malas decisiones que afectarán (como lo han hecho) el futuro provincial, manteniéndonos, dolosamente, en el patético subdesarrollo en el que estamos.