Somos un país circular que gira y gira sobre lo mismo, en un mismo lugar, que es ir para atrás.
Ricardo Roa - 25/08/2023 21:31 Clarín.com Opinión
Como todo el mundo sabe, a Seguro se lo llevaron preso, pero es casi seguro que ese dictamen popular de que todo tiempo pasado fue mejor, por aquí no se lo puede tener por del todo cierto. No porque funcione al revés, sino porque resulta que todo tiempo pasado fue igual o, si se quiere, fue igual de peor.
Unas horas atrás lo vino a corroborar un hallazgo de Nik, con tapas de Clarín. En concreto, tuiteó una que ilustra esta columna, de junio de 1989, con “casi –observa Nik– los mismos títulos que podrían salir hoy. Increíble”. Ese “increíble” está cargado de amarga ironía. Diríamos que seguro.
Somos un país muy singular, pero ya no para bien, para orgullo. Somos un país circular que gira y gira sobre lo mismo, en un mismo lugar, que es ir para atrás. El pasado, más que se confunde, se funde con el presente y amenaza seguir siendo inevitable, insufrible futuro. La sanata, el discurseo y ahora también el silencio, que es discurso deshonesto, crecen sin descanso para envidia de los precios, la pobreza y la propia hipocresía, al punto que hoy mejor que hacer es decir y mejor que hacer es prometer.
Título 1. “Interrogan a los detenidos por saqueos”. Seguramente han interrogado o estarán haciéndolo a los detenidos de los saqueos de los últimos días, saqueos negados por el gobierno. El presidente Fernández no habla de los saqueos porque dice que no es candidato. La vice Cristina no habla porque dice no forma parte del gobierno. El ministro de economía no habla porque dice que no es mi tema: está para derrotar a la inflación, cuando sea presidente. Y el ministro del Interior, el camporista De Pedro, no habla y no dice por qué. Debe estar ocupadísimo con la campaña de Massa que, menos mal, lo desalojó de la candidatura, que salió tercera en las Paso.
¿Y entonces quien habla? La vocera de Fernández, Cerruti, a quien le encanta hablar. Y en plena campaña, agarra el micrófono y dice que detrás de los saqueos está Milei. Todos se enojan, sobre todo Massa, que, después de ir a pasar la gorra al Fondo, está en Paraguay, donde fue a negociar con su gobierno y terminó peleándose con su presidente, que lo acusa de no cumplir su promesa sobre la Hidrovía. Rarísimo en Massa. ¿No?
Con tantos esquivadores y tantos borrados, los saqueos necesitaban su protagonista. Se ofreció el veterano piquetero o ex piquetero, no se sabe, Raúl Castells, que ya tiene 73 años pero parece más. Buscando prensa, algo que hizo toda su vida, confiesa en vivo y en directo que él organizó todo. Es el culpable. Y dice que está dispuesto a ir preso. Nadie lo toma en serio. Bien que hacen.
Rossi, que es jefe de ministros y, por lo tanto, diríamos jefe de Massa en la teoría pero segundo de Massa en la fórmula, tampoco habla de los saqueos. O un poquito sí: dice que no son saqueos sino robos en poblado y en banda. Es una figura del código penal. Y es obvio por qué la usa: para negar que existe una crisis social. Lo que hay es delito. Como todo kirchnerista que se precia de serlo, Rossi ha dicho siempre que no hay que criminalizar la protesta social. Eso lo hace la derecha, no nosotros. En 1989, años de Menem y Duhalde, lo raro fueron los saqueos. Hoy estos rarísimos discursos oficiales no tienen nada de raro.
¿Qué dirá el ex juez de Corte Zaffaroni, reciente entronizado por el Papa funcionario del Vaticano, que dictamina que el delincuente no tiene la culpa sino que es la sociedad que lo hace delincuente, aunque a la mayoría de la gente no se le dé por esos oficios?
Kicillof le pone número a los saqueos: 150 en la Provincia. Y dice que hubo intencionalidad política, como detrás de los copitos en el fallido atentado a Cristina. ¿De quién? No sabe/no contesta. Hay 18 causas judiciales y ninguna prueba o indicio de esa intencionalidad, al menos hasta hoy. A Milei las acusaciones le resbalan. En general, las críticas lo fortalecen en vez de debilitarlo. Las contabiliza como aporte. Está casi blindado. Tiene un votante más emocional que racional y una llegada a los jóvenes que no tiene ningún otro candidato.
Título 2. “Procuran acordar una canasta familiar a precios accesibles”. En 1989 el Central también estaba sin reservas. Ni las causas de la inflación ni la híper sarasa gubernamental sobre ella y sus consecuencias cambiaron y para prueba, ya que nadie necesita que se le cuente sobre dólar y precios, este título: “Debate por la indexación de los alquileres”.
Dejémoslo ahí. Todo el mundo sabe que el Fondo aprieta pero no mata, sobre todo después de la crisis del 2001. Massa se hace un auto monumento pero no tiene donde ponerlo ni quién, además de él mismo en el gobierno, quiera ponérselo: consigue que le sigan estirando la cuerda y él la estira por su lado cuando hace correr, sin fuente reconocida, que el Fondo le pidió una devaluación del 100 por ciento, y él consiguió bajarla al 20, qué se creen esos burócratas. Massa dice que Milei lo apoyó sin retaceos y que Lacunza, más o menos.
Como sea, ya hay chinos (al menos se vio uno) que ponen puertas blindadas en sus súper, lo que resulta todo un pronóstico que no será tan técnico como los del Fondo, pero que es bien rotundo. En el 89 aparecía, cada vez más fulgurante, una figura patilluda: Menem, amenazando peronizar al liberalismo, aunque resultó al revés, claro que un par de años después porque el riojano tuvo también su híper y su plan Bonex, hoy tan temido que mejor de eso ni hablar. Juntos se sacó foto todos juntos. Bullrich alineó la tropa pero no es suficiente.Tiene que ordenar el espacio y ordenarse (es candidata y jefa de campaña) y encontrar el mensaje a la gente. Por ahora, le prepara a Milei la horma para su zapato de economista: será Melconian, que parece dar justo el physique du rol para pelear sobre dolarizaciones, déficits, curros, cepos, inflaciones y demás yerbas. Todas amargas y tan viejas que las tapas del diario se repiten.