'EL DEDO EN LA LLAGA' (L a V, 12hs)

HISTORIA DE UNA FOTO. Nadie lo ayudó, solo uno en el umbral










Había pasado por el lugar una hora y cinco minutos antes y fotografiado a las mujeres del puesto de venta instalado en una de las esquinas del hospital.

Al regreso, las mujeres a las que fotografié elaborando la masa para las tortas fritas, ya estaban sentadas, mateando, disfrutando del sol.

Al paso, observé a un hombre apoyándose en sus piernas y "cuatro manos"; encorvado; en dirección a la Guardia del hospital. Y, mirándolo a lo lejos, tres policías.

Continué mi caminata, a la vez que mi mirada se congelaba en el hombre que daba pasos como un bebé que empieza a caminar; y a la vez, conversando conmigo mismo, esperaba que alguien se acercara y lo ayudara a llegar. 

En un trayecto de veinte, treinta metros, lo perdí de vista. Al mismo tiempo pensaba en que me esperaba una ducha caliente, mientras, al hombre que se apoyaba en precarios bastones, quién sabe qué le depararían las horas siguientes.

Me invadía una pena; cómo era posible nadie lo ayudara a transitar su esforzada búsqueda de asistencia en salud. 

Casi llegando a la esquina de Irigoyen y Rivadavia, decidí volver.

Aún el anciano no había llegado a la puerta de la Guardia, y tampoco un comedido se disponía a acompañarlo, por el contrario, lo seguían mirando a lo lejos…

Precisamente a lo lejos, fotografiaba precariamente con mi celular, enfocando entre las sombras y las columnas. Los rayos del sol perturbaban el encontrar la silueta desgarbada del hombre reclinado en su propio cuerpo.

A escasos metros, los guardias flanqueban al hombre como a una estatua inerte de un montañista, o en todo caso, a tono con la función -profesión- como en la pose característica ante un cautivo en una cárcel. Patético; inadmisible. Tampoco nadie del centro de salud se percató de la circunstancia; si se hubieran enterado, capáz ofrecían una silla de ruedas... 

A pesar de todo, de que lo veían sin verlo, como si la puerta de la guardia estuviera cerca pero a la vez alejada, el hombre avanzaba. 

El hombre de la foto, seguramente ya habituado a la adversidad, adaptado a ser autosuficiente, acostumbrado a que su condición de salud se haya naturalizado, no esperaba apareciera alguien a tenderle una mano; pero, a escasos metros del umbral de la puerta de la Guardia, uno, solo uno, "un masculino" -como describen los informes de prensa de la Policía- se percató de que el anciano necesitaba ayuda para llegar al final del peregrinar.

Como consuelo, el hombre de la foto al que ayudó solo uno, podrá decirse a sí mismo, "hoy ha sido así, mañana puede ser peor".

Duele la realidad, aún más cuando el destino está marcado.


REPORTAJE GRÁFICO (fotos con celular)