'EL DEDO EN LA LLAGA' (L a V, 12hs)

Sin los planes sociales la pobreza superaría el 50 por ciento

Según un informe de la Universidad Católica Argentina el 23,3% de la población urbana padece inseguridad alimentaria.

03/06/2023 1:01Actualizado al 03/06/2023 1:01

En un duro informe difundido este sábado, donde analizan la situación social 2017-2022, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA subrayó un aspecto que en estos días se discute mucho pero se cuantifica poco: en cuánto aumentarían las personas en situación de pobreza en conglomerados urbanos, de suspenderse los planes sociales del Estado y sin una generación de empleo genuino mediante. Según apuntan, el 35% de personas bajo la línea de pobreza informado por el organismo crecería al 50%.

El reporte, que en 150 páginas recorre la “Radiografía de la pobreza en Argentina: privaciones sociales y desigualdades estructurales”, da cuenta de la olla a presión en la que no tan lentamente se cuece buena parte de la sociedad local.

Mientras el ODSA-UCA medía en octubre del año pasado un 35% de personas “pobres no indigentes” y 8,1% de “indigentes”, en un escenario (ficticio) sin asistencia social (esto es: ni AUH, ni pensiones no contributivas o plan alguno) esa proporción cambiaría.

Según informan, el 35% pasaría a ser 50% (pobreza) y el 8,1% (indigencia) superaría la duplicación, llegando casi al 20% del total de la población analizada (19,6%, en concreto).


El debate por los planes

El trabajo fue presentado frente a un grupo de periodistas, en conjunto con autoridades de Cáritas Argentina (en sintonía con la colecta anual solidaria de esa institución y, acaso, como un llamado de atención a la escena política con aire pre electoral).

Se incluyeron seis dimensiones de análisis, una más importante que la otra: indigencia y pobreza por ingresos, cobertura de los programas sociales, alimentación, vivienda, servicios y empleo, y seguridad social.

El capítulo que más llama la atención es el segundo, donde los autores invitan a imaginar el duro escenario nacional reinante, de no mediar los planes sociales vigentes, siempre considerando que no se implementaran "medidas alternativas, como la generación de empleo registrado", subrayó el director del ODSA, Agustín Salvia, quien tuvo un rol muy activo en la presentación.

Pero básicamente imaginaron una Argentina con las condiciones socio-económicas actuales, sin ese colchón tan criticado como reivindicado por distintos sectores: los planes.

En el encuentro, los investigadores Juan Ignacio Bonfiglio y Julieta Vera echaron luz sobre el rol tipo “represa” o “muro de contención” que juegan esos programas, al informar lo que ellos llamaron “simulación”.


Trabajo precario e inseguridad alimentaria

Además de los planes, los expositores aludieron a un segundo aspecto que, a su modo, evita una real explosión de las cifras de pobreza.

Lo explica el informe cuando señala que los factores que lograron “atenuar o incluso revertir la tendencia creciente de la indigencia y la pobreza por ingresos” son “las estrategias familiares que adoptan los hogares para la obtención de recursos”.

Esto es, “el mayor esfuerzo productivo" (sumar changas en negro u horas extras, aclaró Salvia) además del "incremento de la cobertura de la política pública”. Con dureza el texto agrega que, si no se da un empeoramiento, no se debe “a la calidad de los empleos ni a la evolución de las remuneraciones y prestaciones en términos reales”.

Ahora bien, el rubro en el que no se logró "atajar" la emergencia social para nada es la alimentación. Según el reporte, el 23,3% de la población urbana padece inseguridad alimentaria. En la prepandemia (2019), esa cifra era 22,5%. En 2018, el 20,4%. Y en 2017, el 15,8%.

Dicho de otro modo, casi un cuarto de la población urbana padece inseguridad alimentaria: 13,9% corresponde a la versión “inseguridad moderada” y 9,4% a “inseguridad alimentaria severa”.

La brecha al interior de la propia clase baja es notable. Se divide en "integrada" y "marginal", según la ocupación, fuente de ingresos y nivel de protección social del sostén familiar.

Mientras en el segmento social “bajo integrado” padece inseguridad alimentaria severa el 7,6% de las personas, en la clase baja marginal esa cifra llega al 25,5%.


Covid, pobreza y la recuperación que no llega

Siguiendo con los contrastes, el ODSA consigna variables que, en cambio, progresan, como el acceso a servicios básicos: agua potable, energía o cloacas (en línea con lo que informó hace poco el INDEC, en un mini informe del Censo 2022).

Y marcan también que muchos hogares con severos déficits antes de la pandemia que por el Covid empeoraron su situación, si bien iniciaron un proceso de recuperación, parecen haberse estancado, al punto de no poder alcanzar, de nuevo, el escalón que ocupaban en 2019.

Un ejemplo lo ofrece la propia tasa de pobreza, mirada, ahora, por estrato socio-ocupacional. Ninguno de los grupos consignados recuperó la situación que tenía hace cuatro años.

La tasa de pobreza de la población con el rótulo “bajo marginal” estaba, en octubre de 2022, en 70,5%. En 2019 había sido 65,5%.

Y la del “bajo integrado”, según el informe, era 51,7%, pero en 2019 había sido del 50,6%.


Los nuevos trabajadores pobres

A la luz de estas cifras, lo que sigue parecerá insignificante, pero no corrió mejor suerte el sector “medio profesional”. Antes del Covid se contabilizaba solo el 0,7% en la pobreza. Hoy es 2,7%.

Y si hay que nombrar un fenómeno que pareció despertar especial preocupación en los expositores es la caída en la pobreza de más personas del segmento “medio no profesional”, fenómeno que no es nuevo pero parece haberse acelerado.

Al cierre del informe (octubre de 2022), la tasa de pobreza para ese grupo era 18,2%, mientras que en 2019 había sido 13,5%, una brecha grande que, explicó a este medio uno de los investigadores del ODSA, el sociólogo Juan Ignacio Bonfligio, “responde a muchos factores”, como la situación del mercado laboral y la modernización de ciertos procesos.

Se suma la ingobernable crisis económica: “Uno de los sectores que más perdió en este tiempo es la clase media baja; personas que quizás tienen una ocupación que implica una calificación baja y están registradas. Por ejemplo, empleados de una empresa de seguridad cuyos ingresos perdieron capacidad adquisitiva y cayeron en la pobreza”.

Hay otras situaciones: “Los que viven de oficios en pequeños comercios o son cuentapropistas. Hasta hace algunos años podían defenderse bastante bien, pero la crisis hizo mella en estos grupos. Por eso se habla trabajadores pobres”.


Millones de argentinos en la pobreza

Una explicación metodológica pertinente es aclarar porque ni el ODSA ni estás líneas incluyen números absolutos.

Los datos del ODSA provienen de una encuesta hecha en conglomerados urbanos de más de 80.000 personas. “Como se basa en una muestra, nunca difundimos el dato en 'millones de personas' porque no es un dato riguroso sino una aproximación”, explicó Bonfiglio, ante la consulta de Clarín.

El organismo aborda poblaciones urbanas de más de 80.000 personas, pero, ¿cuántas personas viven, en total, en el ámbito urbano de Argentina? La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, en cambio, se realiza en conglomerados de más de 100.000 personas. Y el Censo, que ofrece cifras supuestamente certeras de “población urbana” vs. “rural”, considera como “urbano” todo lugar con más de 2.000 individuos.

Son dificultades atendibles. Sin embargo, a los efectos de dimensionar los problemas sociales enormes comentados hasta acá (y sin la exigencia del rigor científico), vale la pena proyectar los porcentajes expuestos sobre la población total censada por el INDEC en 2022. Algo más de 46 millones de personas.

Con esa base, los pobres no indigentes son 16,1 millones. Los indigentes, 4,6 millones. El total, 19,8 millones.

Pero si no hubiera programas sociales ni ninguna clase de mejora veloz, la pobreza llegaría a 23 millones de personas. De ellos, 13,9 serían pobres no indigentes. Y más de 9 millones de personas, indigentes.