Robaron mesas y sillas que estaban en el patio de Lidia, cerca del ex barrio Militar; robaron una bicicleta en la casa del profesor Leo en calle Paraná; robaron en los dos viveros ubicados entre la colateral Berardo y bulevar Antelo; robaron mercadería por más de 50 mil pesos en Tienda ‘La Económica’, al lado de los túneles; robaron en el local de bijouterí al lado del estudio jurídico Duarte en calle Belgrano; robaron la bicicleta de Julián en el barrio El Salto; robaron herramientas a un albañil del barrio Campo de Mayo; robaron en la casa del cuñado de Leo en el barrio de la ex Estación; robaron en la casa de Carlos en el grupo habitacional ‘Federal I’; robaron en la cantina del Club Las Flores; robaron prendas e intentaron forzar aberturas en la casa del constructor González en el barrio Federal III; robaron un colchón de dos plazas en la casa de la familia Borgeto, luego de saltar un muro en el barrio ‘Chacón’; robaron bidones de nafta a 20 metros de la comisaría de Nueva Vizcaya; robaron un juego de jardín en la casa de Santiago a 50 metros de la Jefatura de Policía...
La lista de robos es interminable; en todos los casos señalados, se produjeron en las últimas semanas, como tantos otros.
Los ladrones se desenvuelven con total impunidad, al extremo de que cargan la mercadería en bolsos, como ocurrió en Tienda ‘La Económica’ -local comercial ubicado en calle Urquiza, al lado del playón de la Esso-, y transportan el equipaje hasta un auto que los espera estacionado a 50 metros, a la vuelta de la esquina -por calle Brown-.
Los ladrones caminaron el recorrido en dos oportunidades por la vereda de calle Urquiza, transportando los bolsos, a cara descubierta, quedando registrados sus rostros, movimientos, y vehículo en el que se movilizaron -una Sandero de color gris- en las cámaras de seguridad instaladas en la zona de los túneles y al frente de los locales comerciales de las firmas ‘Urquiza Automotores’ y ‘Casa Vale Rectificaciones’.
El robo a la Tienda ‘La Económica’ se produjo el martes 1 de julio, en la franja horaria de la 1 de la mañana. Desde entonces, la Policía no ha proporcionado ninguna novedad sobre el esclarecimiento del hecho, a pesar de acceder al video de tres cámaras de seguridad que documentaron el delito perpetrado por dos individuos que tuvieron como cómplice a una tercera persona «que hizo las veces de campana» esperándolos en el auto estacionado sobre calle Brown.
El dueño de la tienda reveló, «me desvalijaron; me robaron más de 300 prendas, no me dejaron un jean...». Indignado, exteriorizó, «que roben es normal, pero que los ladrones se desenvuelvan con total impunidad ya es el colmo».
Asimismo, se planteó, «qué función cumple el personal en Jefatura de Policía que está encargado de mirar los monitores con las imágenes que registran las cámaras de seguridad instaladas en distintos lugares de la ciudad... Porque si estaba atento a su tarea, debería haber informado de inmediato los movimientos de las dos personas que caminaron en dos ocasiones por el mismo lugar cargando bolsos en horas de la madrugada».
El viernes 11/7, a Lidia le sustrajeron un juego de muebles de jardín que estaba en el patio de su casa ubicada en la intersección de Paraná y Eulogio González. Los ladrones «saltaron un muro de dos metros, y se llevaron una mesa y sillones de madera pesada...».
En el mismo vecindario, en horas del mediodía, robaron una bicicleta que estaba en un patio interno; «quien se la llevó entró prácticamente hasta la cocina-comedor...».
A los dos damnificados, la Policía les dijo, «si sospechan de alguien, si tienen datos, avisennos...».
La Policía recibe información de quienes cometen los robos. Al personal de la repartición de seguridad le aportan los datos, pero, la autoridad está limitada en su accionar. En lugar de pedir una orden de allanamiento para ingresar a un domicilio a los efectos de recuperar elementos sustraídos, sugiere a los damnificados «vayan a negociar con los ladrones para que les entreguen lo robado»...
Carlos se ocupó por sus propios medios de tratar de recuperar lo que le robaron.
Fue a una casa del barrio Defensores y se encontró con que allí vivía el abuelo del ladrón.
Indagando, Carlos supo que el botín había sido comercializado entre vecinos. Rastreó los elementos que más le importaban, hasta que un padre le pidió si podía quedarse con algunas películas robadas que su hija había visto y que le gustaría volver a ver...
La Policía se entretiene sacando fotos y garabateando planitos «del lugar del hecho»; los jefes policiales son oficinistas, «trabajan con el culo en la cara» como manifestara un embroncado comerciante al que le robaron.
Cuando la Policía logra resultados positivos en las investigaciones, la Justicia se encarga de quemar en el horno la más rica torta que ha sido elaborada.