Cree usted que una piedra es un elemento contundente; visualizó desde qué dirección provenía el elemento sólido; desde qué posición observó las corridas de los supuestos autores del impacto?», palabras más, menos, fue el tenor del interrogatorio a la damnificada de un daño contra la propiedad por parte del oficial escribiente actuante en la recepción de una denuncia (exposición le llaman en primera instancia) en sede policial. «Para ser denuncia primero tiene que identificarse a los autores», dijeron en Jefatura.
Concluido el testimonio oral, después había que reiterar lo mismo para redactar la exposición, y luego de cada revelación proseguía la repetición del primer, segundo, párrafo y así consecutivamente.
A la tarde de la «jornada siguiente posterior» -no importa la redundancia, hay que acumular palabras para completar la carilla-, una delegación policial -chofer, acompañante, y oficial escribiente- concurrió al domicilio de la damnificada para trabajar sobre el escenario del hecho. Fotografiaron, elaboraron un plano -Hermenegildo Sabat moriría de sobredosis de paciencia-, y volvieron a pedir testimonio sobre lo sucedido, recalcando en el epígrafe «ratifica usted lo dicho?; si es así, firme acá, acá y acá...», a la vez que se solicitaba la firma de dos testigos -dos por falta de uno...- para corroborar lo actuado. Es tal la búsqueda de precisión en los detalles -haciendo honor a García Márquez- que el oficial escribiente, miraba una y otra vez con extrema atención el color de la remera de uno de los testigos para asentar las características de la vestimenta.
Mientras tanto, el vidriero tomaba las medidas del ventanal e informaba el costo de los paneles de tal o cual espesor.
Los minutos transcurrían y el oficial escribiente continuaba con su tarea como si fuera integrante del programa televisivo «Los 8 escalones», aunque en una versión un tanto más trivial: «Edad del testigo; es casado?».
Alrededor de la mesa donde se escribía la historia, se sumaban participantes -un estudio de televisión hubiera sido la escenografía adecuada para asistir a las testimoniales-. El audio sobresaliente no era la modulación del oficial escribiente sino que por el contrario, el repiquetear del «RQP/7, adelante cambio...» que provenía de la radio del móvil policial estacionado en espera del comisionado. Hasta que el comisionado policial salió disparado de su silla porque le comunicaron que el jefe de Operaciones lo convocaba a su despacho. Los testigos presenciales intuyeron que era para recordarle no olvidara de detallar las dimensiones del proyectil, y si el mismo tenía evidencia de ser sustraído de una zona no coincidente con la topografía de la jurisdicción barrial.